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25 de Abril - Día de lucha contra el Maltrato Infantil


24 de Abril - Día de lucha contra el Maltrato Infantil

Como voluntario en la asistencia telefónica de personas con pensamientos suicidas pude conocer muchas historias, la que voy a contar no es una más. En la guardia nunca sabemos con qué nos vamos a encontrar cuando suena el teléfono, pero la tarea no es tan difícil como podría parecer porque fuimos entrenados y tenemos protocolos que comprenden casi todas las situaciones. Solo algunas veces se nos queman los papeles, y ésta fue una.


La mujer que llamó sólo dijo “un chico le quiere hablar” y sin esperar respuesta le pasó el teléfono a un niño. Le pregunté por qué lloraba, ya que estaba llorando y me contó que se escapó de su casa. Tenía miedo de que la policía lo vuelva a llevar con su madre y su padrastro, contó escenas de violencia entre ellos y también hacia él , también contó que ambos consumían alcohol, que vivía con miedo pensando la forma de escaparse, y que también pensó en el suicidio. El protocolo del que les hablé indica que en caso de que la vida o la integridad física de alguien estuviera en riesgo debemos intentar conseguir información para llamar a los servicios de emergencia, éste era claramente el caso. Un niño que se escapó de su casa y se encontraba solo en lo que parecía ser una estación de micros al que una desconocida le prestó un teléfono y marcó el número de una línea de asistencia a suicidas. Era evidente que el menor estaba en riesgo, pero pensé , dónde está el mayor peligro, en la estación de micros o en la casa a dónde seguramente lo llevarían los servicios de emergencia. No sabía qué hacer, el protocolo me pedía que intentara convencer al consultante para que acepte la ayuda externa pero internamente sentía que el tipo de ayuda que le darían los servicios de emergencia no sería buena para él. Decidí hacer tiempo practicando lo que más practiqué en mi curso de entrenamiento: escuchar.


De a poco el chico se fue tranquilizando y la situación estuvo más clara. Tenía un abuelo en el interior del país con el que tenía una buena relación. La mujer desconocida no sólo le había prestado su teléfono sino que también le había comprado un pasaje para el pueblo en donde vivía su abuelo. Ella volvió a tomar el teléfono para agradecerme y cortar la llamada. Me contó que se asustó al escuchar que el chico hablaba de suicidio y por eso llamó al servicio de asistencia solo para que lo tranquilizaran, pero que el micro ya había entrado en la plataforma por lo que tenía que cortar.


En el servicio de asistencia donde ayudaba como voluntario en esa época casi nunca conocemos los finales de las historias, pero esta también fue una excepción en ese sentido. Un hombre mayor llamó a uno de mis compañeros para agradecer las palabras que tranquilizaron a su nieto esa noche. Yo no recuerdo que le dije, pero creo que no fueron mis palabras las que lo calmaron sino el simple hecho de sentirse escuchado. El abuelo también contó que el niño había llegado a su casa, que ya había hablado con los padres y que ellos también aceptaron que se quedara con él hasta que pudieran solucionar sus problemas.


Una historia con final feliz, sin duda, pero con un sabor amargo, porque uno no puede dejar de pensar en los miles de niños que sufren maltratos en sus casas por situaciones que ellos no pueden controlar y no tienen o no pueden llegar a ese abuelo que los proteja. ¿Cuántos de ellos nunca encuentran la ayuda que necesitan y caen en el alcohol, las drogas, las autolesiones o el suicidio? No sé cuál es la solución, solo soy un asistente telefónico de personas en crisis. Pero creo que como sociedad estamos en deuda con todos estos chicos y chicas que sufren maltrato infantil.


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