
Viktor Frankl, psiquiatra, neurólogo y sobreviviente del Holocausto, es reconocido como uno de los pensadores más influyentes del siglo XX por su enfoque único sobre el sentido de la vida. A través de su obra principal, El hombre en busca de sentido, Frankl presenta su teoría de la logoterapia, cuyo núcleo es la idea de la "voluntad de sentido". Según él, la búsqueda del sentido constituye la fuerza motivadora primaria en la vida del ser humano.
Frankl define la voluntad de sentido como el deseo innato y profundo del ser humano de encontrar un propósito o significado en su existencia. Para Frankl, el motor fundamental de la vida no es simplemente evitar el sufrimiento o alcanzar la satisfacción, sino hallar un propósito que dé sentido incluso a las circunstancias más adversas.
La voluntad de sentido, según Frankl, no es un lujo o una búsqueda opcional; es una necesidad existencial. Cuando las personas no logran satisfacer esta necesidad, pueden experimentar vacío existencial, un fenómeno que Frankl identifica como una sensación de desorientación, apatía y pérdida de propósito en la vida. Este vacío es una de las causas principales de muchos trastornos psicológicos y sociales, manifestándose, en última instancia como pensamientos suicidas, intentos de suicidio o suicidios. En cambio, quienes logran encontrar un propósito que llene ese vacío otorgándole sentido a sus vidas suelen vivir existencias más plenas y alejadas del riesgo de suicidio.
Durante su encarcelamiento en campos de concentración nazis, observó que quienes lograban encontrar un propósito personal —ya sea el amor hacia un ser querido, la esperanza de completar un trabajo importante o la búsqueda de valores espirituales— tenían mayores probabilidades de resistir el sufrimiento físico y emocional. Para Frankl, el sentido no es algo abstracto o universal, sino profundamente personal y único, diferente para cada individuo y cada momento.
En palabras de Frankl: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Esta frase, atribuida originalmente a Nietzsche pero adoptada por Frankl, encapsula la idea de que encontrar un propósito puede dotar a una persona de una fortaleza sorprendente incluso en las circunstancias más terribles.
Frankl propone tres vías principales para descubrir el sentido de la vida:
A través de la acción o la creación: Haciendo algo significativo, como crear una obra de arte, emprender un proyecto o contribuir al bienestar de los demás.
A través de las experiencias o relaciones: Disfrutando y valorando momentos significativos, como el amor, la conexión con otros seres humanos, o la contemplación de la belleza de la naturaleza o el arte.
A través de la actitud ante el sufrimiento: Frankl sostiene que incluso en el dolor y la adversidad es posible encontrar sentido si se enfrenta con una actitud de dignidad, valentía y aprendizaje. Aunque no podemos evitar el sufrimiento en ciertas ocasiones, podemos elegir cómo responder ante él, y el modo que propone Frankl es buscándole un sentido.
En el mundo actual, caracterizado por el avance de la tecnología, la inmediatez y la constante búsqueda de gratificación, la voluntad de sentido cobra más relevancia que nunca. Muchas personas experimentan vacío existencial debido a la desconexión con un propósito más profundo. Frankl nos invita a asumir la responsabilidad de nuestras vidas y a buscar activamente el sentido en cada experiencia. Esta búsqueda no se limita a momentos de éxito o felicidad; es en las dificultades, en las encrucijadas y en los momentos de incertidumbre donde muchas veces se revela con mayor claridad nuestro propósito.
Incluso frente al profundo y oscuro vacío que se siente al contemplar al suicidio como una posibilidad, recordar las enseñanzas de Frankl puede ser de gran ayuda. En última instancia, Frankl nos recuerda que la vida no deja de tener sentido, incluso cuando parece incomprensible o dolorosa; somos nosotros quienes debemos comprometernos a descubrirlo y vivirlo.
Tal como él escribió: "La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino solo por la falta de sentido y propósito." Es responsabilidad de cada uno descubrirlo, en un ser querido, en una causa, en una idea o en un proyecto. No importa dónde y sabemos que muchas veces la búsqueda es difícil, lenta y dolorosa, pero recordemos: El sentido de nuestras vidas está en algún sitio, siempre estuvo ahí, esperando que lo descubramos.
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