Mí vida se hizo muy difícil. Nací en un pueblo con educación católica. Creía qué si tenía un novio, debía casarme con él. Y así ocurrió. Obviamente, no lo conocía ni lo más mínimo, los golpes y el bajar mí autoestima comenzaron durante el noviazgo de 5 años. Ya me amenazaba con que si contaba algo me mataría. Dentro del matrimonio, recibí golpes, trompadas, patadas, y descalificaciones horribles. Yo trabajaba, trabajaba, callaba y me aislaba. Ahí comenzaron mis intentos de suicidio.
Solo quería morir, porque me hizo creer que era la peor mujer y la peor madre. Tuve cuatro hijos hermosos, todos embarazos de alto riesgo. Cuándo se enteraba qué estaba esperando un hijo, me pedía que lo abortara. Y a ese espantoso pedido se sumaba su madre, maltratadora como él. Jamás permití que me hagan un aborto.
Con mi tercer embarazo me llevó con engaños y amenazas a una clínica para abortar.
Ni bien se fue, yo, ya dentro de esa sala dónde matarían a mí bebé, los miré uno por uno y salí corriendo; corrí hasta mí casa temblando, espantada. La represalia de él vendría volando. Lo ignoré. Fue a buscar a mis padres para convencerme de ese asesinato. Les dije: “Sí mi hijo se muere, yo me muero con él”. Y así miles de maltratos y desprecio por la vida, hasta la de sus hijos.
Ya no daba más de soportarlo tantos años. Me pidió la separación, ya que él decía que yo estaba loca y era puta. Firmé la separación de hecho y le di una amplia visita a mis hijos que también eran suyos. Pensaba que así cesaría el maltrato y los golpes, pero no, eso lo enfureció más. Me seguía en la calle, me golpeaba, me amenazaba con navajas y cuchillos. Hasta llegó a un intento de homicidio. Hoy se llamaría femicidio.
Pensé que me moriría de tantos golpes, se sumaron mí hija mayor y mí tercer hijo. Él les gritaba: “¡Mátenla! Ustedes son menores, no les va a pasar nada. Quedé casi sin respirar. Una vecina y amiga llamó a mis padres. Mí papá rompió la puerta de entrada, mi mamá gritaba. Vino la ambulancia de emergencias, la policía y mí hermana que era policía de la Federal. Me trasladaron al hospital. Pensé qué se había salido con la suya, qué me estaba muriendo. Pero sobreviví.
A mis hijos los perdoné porqué fueron manipulados por un monstruo. Renuncié a mis trabajos y con mis cuatro hijos, uno bebé, me fui a vivir a Caleta Olivia (Santa Cruz). No fue fácil. Otra vez a trabajar muchas horas sin franco. Pasamos hambre y frío. Pero me ayudaron personas maravillosas a darle de comer a mis hijos. Estaba desgastada.
Después migre a dónde vivo hoy en Mar del Plata. Las amenazas de este psicópata continuaban por cualquier medio. Y otra vez mis intentos de suicidio. ¡No daba más!
Hoy ya mis hijos son grandes. Vivo sola. Tengo muchos bajones, demasiados. Mis pensamientos suicidas no pararon. Ahora mi lucha es con mi mente. Aún está esa vivencia, “un cuento de horror" pero en la pantalla de este camino llamado vida. No termina. No sé el final...
Pero en mi vaivén sé que aún respiro.
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